La industria tucumana ya era de bastante importancia en el periodo colonial español, en esa época el área territorial de San Miguel de Tucumán fabricaba indispensables carretas, arreos, arneses y calzados (talabartería), textiles (entre los que persisten los bordados llamados randas de Raco), las "Pampas de Tucumán" (la región llana y despejada de árboles ubicada en torno al núcleo urbano) eran uno de los grandes centros de cría y concentración de ganados mulares, equinos y vacunos cuyo mercado era el Alto Perú, también producía aguardiente de caña, así como quesos. Por otra parte la zona de esta provincia era una de las grandes etapas de las rutas comerciales lo que dio origen a ferias de las cuales perdura la gran Feria de Simoca.
Desde fines de siglo XIX y hasta la segunda mitad de los 1960s la economía tucumana se centró en un monocultivo industrial de caña de azúcar; la crisis del consumo de azúcar fue acompañada de una fuerte crisis socioeconómica hasta que se implementaron actividades sustitutas (por ello, en la década de 1970 más de 200.000 tucumanos debieron emigrar al conurbano bonaerense).
La producción cañera tucumana se mantuvo sin embargo en las zonas de mini y midifundios organizados en cooperativas. La substitución en los latifundios antiguamente cañeros que poseían grandes "ingenios" (centros de procesado de la caña) se realizó más lentamente, diversificándose la producción en cultivos de mayor rentabilidad: palta, arándano, frutilla, tomate y, sobre todo, limón. Entrado el nuevo siglo, la industria azucarera tucumana volvió a adquirir trascendencia, y cuenta con interesantes perspectivas en cuanto a la generación de biocombustible (bioetanol).
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